Toda piedra hace pared

Próximo Ferry | marzo 30, 2017

El muro de piedra seca es un protagonista silencioso y persistente del paisaje de Formentera. Una combinación primitiva entre el material natural y las necesidades humanas. Como explica el paredador Xavi Álvarez, «se trata de un elemento ancestral que el ser humano ha desarrollado en todo el mundo con el fin de liberar el terreno de las piedras y losas que impedirían que un campo se pueda cultivar». Así, la invención de los muros de piedra seca se puede situar en hace unos 10.000 años y es coetánea a la irrupción de la agricultura. Además, estas paredes ofrecen múltiples funciones, sirven para delimitar las propiedades, reducir la erosión de las fincas y resguardar el ganado.

Las paredes en Formentera suelen tener una altura moderada, alrededor de 80 centímetros, ya que las ovejas y las cabras que pastan por la isla suelen ir trabadas, es decir, con las patas atadas para que no salten los muros. La anchura mínima es de unos 60 centímetros y para ganar consistencia sufre una reducción de alrededor del 5% entre la base y el límite superior.

Álvarez, que lleva años utilizando y recuperando esta técnica constructiva, explica que dos piedras de gran volumen puestas en la base hacen de base y se rellenan de piedras más pequeñas que no se pueden usar para paredes. La obra se corona con una piedra de grandes dimensiones que, a poder ser, vaya de lado a lado del ancho del muro, de manera que asiente y sujete las piedras que constituyen la pared. Asimismo, a menudo se coloca una gran piedra a media pared, llamada «clau» y que ayuda a fundamentar el muro. Eso sí, para Álvarez el principio de esta técnica es que «toda piedra hace pared».

Un vocabulario extenso viene ligado al oficio de paredador y hace referencia tanto a las herramientas, como las especificidades del muro como las acciones que se llevan a cabo. Así, decimos «entrepallar» al hecho de colocar las piedras una encima de la otra de modo que no formen una columna, el «perpal» es una escarpa de gran tamaño y llamamos «esportells» a un trozo de muro que ha caído.

Los muros de piedra se pueden descomponer por el efecto del salitre o de las lluvias torrenciales y especialmente durante los años setenta y ochenta sufrieron una época de desprestigio que provocó que muchos residentes los sustituyeran por muros de bloques de cemento. Actualmente los cientos de kilómetros de muros de piedra seca de Formentera son valorados como una herencia de los antiguos formenterenses y como parte de los bienes paisajísticos de la isla. Por este motivo el Consell de Formentera impulsa la declaración de Bien de Interés Cultural para la técnica constructiva de las paredes de piedra seca, un paso a nivel local para que la UNESCO la declare como Patrimonio de la Humanidad.

Además, para mantener vivo este elemento, el Consell de Formentera organiza un curso de introducción a la construcción de paredes, que imparte el propio Álvarez e incluso las paradas de autobús se han contagiado de la estética de los muros de piedra seca, uno de los elementos más antiguos que levantaron los primeros formenterenses y que marca el carácter de la isla.

Texto: Josep Rubio

Fotografía: Próximo Ferry

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