El Torrent de s’Alga y caminata con vistas a la Mola

Rutes | julio 27, 2017

La desembocadura del torrente de s’Alga es espectacular, con sus casetas varadero y unas vistas excepcionales de la playa de Migjorn y la Mola.

Desde la torre del Pi des Català la milicia formenterera repelió un ataque enemigo durante la Guerra de la Independencia.

Texto: Josep Rubio | Fotografía: Próximo Ferry

Para llegar al Torrent de s’Alga podemos tomar desde es Cap, el circuito 12 de las rutas verdes del Consell Insular o bien seguir las indicaciones desde el carrer de l’alegria, que según el dicho popular recibe este nombre porque años atrás, ahí, abundaban las chicas solteras y no eran pocos los jóvenes que acudían para cortejarlas.

En la desembocadura del torrente de s’Alga hay una treintena de varaderos de madera declarados Bien de Interés Cultural. El enclave es espectacular, con la boca de la torrentera que normalmente está repleta de posidonia y unas vistas excepcionales de la playa de Migjorn y la Mola. A la hora de cruzar el torrente, no nos dejemos engañar, a pesar de que la superficie parezca seca y sólida, es muy posible que el caminante desprevenido termine hundido hasta las rodillas mientras intenta atravesar las acumulaciones de posidonia.

Mirando al mar, a la izquierda de la torrentera, encontraremos un pozo cercano a los varaderos, del que todavía se sirven los pescadores. Casi no tiene cuello y el agua se extrae directamente, además, dispone de una pila alargada hecha de marès (piedra arenisca). Caminando un centenar de metros adentrándonos en el torrente, descubriremos otro pozo. Junto a los varaderos hay varias «Parreras», sabinas muertas clavadas en la roca que sirven para secar el pescado al sol y la brisa. En estos colgadores podemos encontrar raya, cazón o mussola, especies que sirven para hacer pescado seco, tan apreciado para elaborar la ensalada de «bescuit», que en la mayoría de restaurantes encontraremos bajo la denominación de ensalada «payesa».

Dejaremos el Torrent de s’Alga y emprenderemos el camino siguiendo la costa en dirección a Migjorn. En el recorrido hasta la torre des Pi des Català, de unos 1,5 km aproximadamente, detectaremos lagartijas, en época calurosa, y otra fauna, como arañas o conejos y también pájaros como los jilgueros, los verderones o los cucos. En esta área litoral viven árboles no caducifolios, que no pierden la hoja para aprovechar las abundantes lluvias del otoño y así poder crecer durante el invierno, mientras que en verano reducen la transpiración con hojas delgadas y duras. Bajo estas condiciones tan austeras encontraremos básicamente diversas variedades de pino y la sabina. Además, en las áreas con suelos más pobres viven otros vegetales como el romero, el acebuche, las estepas o los enebros.

Poco a poco se observa como el litoral de roca va cediendo en favor de la playa. Cerca del primer restaurante que encontramos se aprecian los restos de una almadraba que estuvo en funcionamiento durante la primera mitad del siglo XX, tal como explica el historiador local Santiago Colomar. Sin posibilidad de pérdida, nos iremos aproximando a la torre des Pi des Català, situada en un promontorio de poco más de 20 metros. De las cuatro torres de la isla es la única que se puede visitar por dentro, tras la restauración realizada por el arquitecto formenterense Marià Castelló, que ha recibido una mención especial en el Premio Europeo de Intervención en el Patrimonio Arquitectónico.

La torre está hecha de piedra arenisca, piedra caliza y mortero de cal, tiene dos pisos y la intervención de Castelló ha respetado los sistemas constructivos originales, sobre los que ha aplicado algunas estructuras de acero para hacerla transitable, como la puerta de acceso o la escalera interior. La torre se puede visitar gratis los sábados de 10 a 13h. Cabe recordar que durante la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, un grupo de milicianos locales obligaron a reembarcar a una cuarentena de navegantes franceses que habían llegado a Formentera persiguiendo una pollacra inglesa. La milicia formenterera, formada por campesinos mal armados y nada instruidos en la práctica bélica, consiguió incluso hacer un prisionero entre los franceses.