LAS MURALLAS RENACENTISTAS DE IBIZA

Història | marzo 8, 2018

Marès extraído de la Punta de sa Pedrera de Formentera fue empleado para construir las murallas renacentistas de Vila.

Antes de la construcción de las nuevas murallas, cuando se acercaba un peligro, los ibicencos preferían esconderse en las montañas que refugiarse en el recinto medieval.

Texto: Josep Rubio | Fotografía: Próximo Ferry

Uno de los atractivos de la travesía entre Formentera e Ibiza es contemplar Dalt Vila y las murallas renacentistas que la rodean desde el privilegiado mirador en que se convierte la cubierta del ‘ferry’. La UNESCO declaró en 1999 que las murallas, junto con la pradera de posidonia que enlaza las Pitiusas y los yacimientos arqueológicos de Sa Caleta y Puig des Molins, forman parte del patrimonio de la humanidad.

Durante la dominación musulmana (902-1235) ya se cita la existencia de murallas, pero a mediados del siglo XVI esta fortificación medieval había quedado obsoleta con la irrupción de las nuevas estrategias bélicas y el uso de armas de fuego, aparte de los casos de vecinos que habían abierto puertas y ventanas en las casas hechas junto al muro. En definitiva, cuando del mar se acercaba el peligro, la gente de Ibiza tendía más a refugiarse en las montañas que hacerlo dentro del recinto amurallado.

De hecho, los ibicencos sufrieron frecuentes razzias por parte de corsarios norteafricanos que, por más facilidades, contaban con el puerto natural de s’Espalmador, en la deshabitada Formentera, donde podían disfrutar de refugio, buena visibilidad, madera, caza y agua . Entre las numerosas incursiones enemigas, destaca la de 1543, cuando Vila fue bombardeada por corsarios argelinos desde el islote de ses Rates.

Ibiza tenía una importancia que trascendía el valor de su principal riqueza, la sal. Desde la isla se podían controlar las rutas comerciales del levante Peninsular, por lo que Carlos I y Felipe II incluyeron la isla en su plan de modernización de las defensas del Mediterráneo, con el fin de combatir las continuas irrupciones de Francia y el imperio otomano.

Las obras se iniciaron en 1555 y concluyeron en 1596, siguiendo el proyecto de fortificación renacentista del italiano Gianbattista Calvi, que mantenía el trazado de la muralla medieval pero con el perímetro ensanchado para facilitar el movimiento de los cañones. Aplicó el sistema de baluartes en sustitución de las torres y de muros con pendiente, para soportar mejor los embates de la artillería, en vez de paredes verticales, como era habitual en las fortificaciones medievales. Tras la muerte de Calvi, tomó el relevo Giacobo Palearo «Fratín», que hizo algunas modificaciones al proyecto, como incluir dentro de la fortificación un barrio que había crecido extramuros y que quedó protegido por el baluarte de Santa Llúcia.

Si bien de Formentera podía llegar el peligro, desde esta isla también llegó buena parte de la solución, ya que está documentado que al menos durante el 1559 se utilizó marès extraído de la Punta de sa Pedrera para construir la muralla de Vila. En cuanto a los trabajadores que ayudaron a construirla, la mano de obra especializada vino en buena parte de fuera la isla, pero los ibicencos también tuvieron que invertir muchos esfuerzos. Como explica el historiador Antoni Ferrer Abarzuza, la mayor parte de la mano de obra era de Vila, mientras que los habitantes de los pueblos y de las zonas rurales acudían por turnos. Además, los vecinos que disponían de animales de carga estaban obligados a aportarlos a los trabajos. Las obras se alargaron más de cuatro décadas, en parte porque los isleños debían hacerlas compatibles con el trabajo en el campo y las salinas.

Cuando las murallas empezaron a estar perfiladas, se notó un cambio importante en los atacantes, que a partir de 1578 ya no dirigieron más ataques contra la ciudad y se limitaron a hacer incursiones en la parte foránea. Las murallas, donde se estableció un contingente de soldados que llegó a los 300 en el siglo XVIII, dejaron de tener relevancia en el siglo XIX, y no fue hasta la Guerra Civil que recuperaron su finalidad defensiva, en este caso para que en ellas se abrieran varios refugios antiaéreos así como un túnel que comunica es Soto con la plaza del Ayuntamiento.

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