UNA ESTACIÓN ESPACIAL EN FORMENTERA

Rutes | agosto 30, 2018

La Plataforma es una antigua piscifactoría sumergida entre los 12 y los 30 metros de profundidad que recuerda las películas de Kubrick

Las inmersiones nocturnas agudizan la sensación de encontrarnos en otra dimensión y permiten observar un nuevo entorno de fauna

Texto: Josep Rubio | Fotografía: Próximo Ferry

Para los adictos a la ingravidez, las sensaciones teñidas de azul y la ley del silencio que impone el submarinismo, la inmersión de la Plataforma, a s’Espardell, es una opción que nunca decepciona. Lo asegura José Antonio Arribas, formenterense que bucea desde 1994 y que desde 2001 es instructor profesional. Junto con otros cuatro residentes de la isla forma el equipo de Formentera Divers y explica que la célebre Plataforma es en realidad una de las primeras piscifactorías establecidas en aguas españolas que después de ser abandonada, se hundió por el embate del mar y la falta de mantenimiento en 1996. Algunos isleños aún recuerdan cómo, al hundirse la piscifactoría, fueron liberadas las doradas que habían vivido toda su existencia en cautiverio y que apenas sabían nadar, por lo que quedaron a la merced de cualquiera que las quisiera recoger fácilmente en la playa. Hoy la Plataforma conforma una peculiar estructura sumergida entre los 12 y los 30 metros de profundidad que cuenta con cuatro hexágonos muy grandes con columnas verticales y que los visitantes a menudo relacionan con secuencias de películas de ciencia ficción. Las imágenes de Kubrick se esfuman cuando de repente descubrimos la vida que se ha generado: pulpos, congrios, morenas, barracudas, y recordemos que estamos en la mar y no de misión con el Hubble.

Las aguas de Formentera ofrecen una gran visibilidad gracias a la enorme extensión de pradera de posidonia que rodea la isla y que hace un trabajo constante de depuración del mar. Este bien natural ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y forma parte del Parque Natural de ses Salines. De hecho, más de la mitad del oxígeno que respiramos proviene del mar y los científicos consideran la posidonia como el pulmón del Mediterráneo. Se calcula que una hectárea de posidonia es capaz de producir cinco veces más oxígeno que una hectárea de selva amazónica.

Además de la transparencia de las aguas, desde Formentera Divers señalan que las reducidas dimensiones de la isla permiten encontrar fácilmente un litoral resguardado del viento, por lo que es fácil bucear cada día en aguas tranquilas como si se tratara de una piscina natural.

A pocas millas del puerto de la Savina, podemos disfrutar de inmersiones en es Vedrà, un islote cercano a Ibiza que ofrece una espectacular pared vertical que cae hasta 56 metros de profundidad, con rojos jardines de gorgonias, barracudas, atunes y todo tipo de vida tectónica. Para los novatos, Arribas recomienda el Arco, cerca de Punta Gavina, una puerta natural de roca de unos 9 metros de diámetro que ofrece un contraluz gótico por el que fluyen los sargos, las salpas, las corvinas y los nudibranquios y con un poco de suerte, algún caballito de mar.

Arribas señala que a menudo los visitantes muestran un gran interés para visitar uno de los barcos hundidos más grandes del Mediterráneo, el Don Pedro. Formentera Divers realiza esta inmersión pero por el submarinista, puestos a visitar un pecio, prefiere el Joker, un velero de unos 16 metros de eslora y dos palos hundido entre s’Espardell y s’Espalmador descubierto en 2012. El buceador indica que este barco «tiene magia». Plantado sobre el blanco a unos 46 metros de profundidad, con las velas izadas en medio de la nada, parece que aún navegue hacia un rumbo imposible.

Ahora bien, después de recorrer palmo a palmo el paisaje oculto bajo el mar, las cuevas, los acantilados sumergidos y los fantasmas de los naufragios, Arribas y sus compañeros han descubierto un nuevo mundo sin moverse del lugar: las inmersiones nocturnas, en las que la sensación de interactuar en otra dimensión se agudiza y la vida alrededor del submarinista cambia radicalmente: «Recuerdo una vez que me encontré en medio de un banco de ochenta roncadores, todos ellos durmiendo y haciendo vueltas sobre mí. Tenía que ir con cuidado de no chocar contra ellos».

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