LA PERSECUCIÓN DE LOS HIPPIES EN FORMENTERA

Història | junio 7, 2018

El confidente de la policía, el rector de Sant Ferran, estaba escandalizado con el nudismo

«No eran jóvenes violentos, pero si de vez en cuando alguno se agitaba, le dábamos cuatro hostias».

Texto: Josep Rubio | Fotografía: © Reinald Wünsche

Lejos de una supuesta tolerancia y pese a la idealización promovida por el marketing turístico, el pasado hippie de Formentera está marcado por la persecución y posterior expulsión de cientos de jóvenes por parte de las autoridades franquistas, la Guardia Civil y grupos organizados de formenterenses en el periodo 1968/70. A partir del verano de 1967, ‘verano del amor’, Formentera e Ibiza se convirtieron en una escala señalada en la ruta que miles de jóvenes occidentales emprendían con destino a la India y Afganistán.

Desde la llegada de los primeros «peludos» -como se conocían en la isla aquellos jóvenes, la mayoría estadounidenses, británicos y franceses, que se bañaban desnudos, trabajaban poco y vivían con menos- hubo formenterenses que mostraron su rechazo, pero al mismo tiempo, muchos residentes veían con buenos ojos a aquellos extranjeros que alquilaban casas aunque estuvieran en mal estado, consumían en los bares y compraban en las tiendas. Como señala el libro ‘La repressió franquista del moviment hippy a Formentera’ las autoridades del régimen contemplaban con preocupación el hecho de que el colectivo hippie fuera visto con «complicidad, incluso simpatía por una parte notable de la población de Formentera», una tolerancia que amenazaba en expandirse al resto del país. Para despejar cualquier cuestionamiento sobre la moral imperante en la Dictadura, los mandos franquistas planificaron una operación para cambiar la percepción sobre aquellos jóvenes harapientos que daban a la isla «un aspecto de pobreza, miseria y abandono» y con los que «se había llegado a un extremo nunca pensado: es muy difícil ir a la playa sin ver varios casos [de nudismo]», según consta en uno de los informes que escribió el rector de Sant Ferran, Pep Costa, quien ejercía de confidente de la policía.

El 27 de agosto de 1969 el diario ABC publicó un artículo que tuvo gran repercusión en el que se narraba una fiesta de luna llena en una cueva de Formentera, un «espectáculo dantesco» donde «cientos de jóvenes (…) totalmente desnudos» y «presos de los efectos (…) de la droga» estaban sentados «alrededor de una calavera», que habían obtenido» profanando un cementerio». Además, el artículo, orquestado desde la Dirección General de Seguridad, explicaba que en el encuentro participó una menor de edad hija de diplomático, por lo que el fenómeno hippie quedaba etiquetado como potencial pervertidor de la juventud española, bienpensante y católica.

En ámbito local, pocos días antes de esta publicación, el alcalde de Formentera, Antoni Serra Torres (primer edil desde 1938) remitió una carta al Gobernador Civil pidiendo contundencia contra los hippies, que llevaban «una vida licenciosa y descontrolada, dedicándose al pillaje de fruta» y manteniendo una conducta «extravagante» y «antisocial» que minaba «el patrimonio de la juventud isleña». Pocos días después, se da entrada en el Ayuntamiento a un escrito firmado por unos 200 cabezas de familia en el que se solicita que se impida la entrada a la isla de estos jóvenes que practican el «desnudismo» y «el amor libre» y que según cálculos del Gobierno Civil eran unos 700 en 1968 y 1.300 en 1969, sobre una población de poco más de 3.000 formenterenses que a su vez ofrecían casi 1.000 plazas de alojamiento turístico.

La participación activa de los formenterenses en la represión del hippysmo fue descrita por primera vez por el sociólogo Carlos Gil en 1971, quien apuntó que se ha «formado un grupo de ciudadanos que recorría la isla, echando a todos los que dormían bajo los árboles o en la playa» y añade, «un hecho que muchos residentes consideraban arbitrario y un atentado contra la libertad». Hoy, un jubilado de 68 años, que prefiere mantenerse en el anonimato, recuerda que cuando tenía 20 participó en estas «batidas»: «Íbamos de noche o madrugada, en grupos entre cinco y ocho jóvenes de Formentera, siempre acompañados de un Guardia Civil, buscando por los bosques de Migjorn a todos aquellos que dormían al raso o bajo los árboles». «Se encontraban a muchos, una vez había unos dos centenares alrededor de la torre Pi des Català». Estos contingentes no iban armados, «ni siquiera con palos» para «aquellos extranjeros no eran nada violentos: incluso a alguno le cortamos el pelo y tampoco presentó resistencia, sólo de vez en cuando alguno se agitaba y le dábamos cuatro hostias, pero era poco habitual». El objetivo era conducirlos «a pie o en camiones» hasta el cuartel de la Guardia Civil, «una vez llevamos a 120», asegura el testigo. Por este motivo se agilizaron las expulsiones, que en 1970 llegaron a las 3.000 en las Pitiusas, se intensificó la aplicación de la ley de ‘Vagos y Maleantes’, se clausuraron casas alquiladas a hippies y se controlaron los accesos para vía marítima a Formentera, exigiendo buen aspecto y mostrar dinero en metálico antes de embarcar.

La represión tuvo como consecuencia una reducción importante del flujo de jóvenes alternativos que el verano de 1971 llegaron a Formentera en búsqueda de su propia Ítaca, mientras que los que eligieron quedarse se convirtieron en artesanos o artistas que abandonaron la resistencia pasiva y pasaron a mostrarse más activos buscando artimañas legales para esquivar a las autoridades y convertirse en residentes de la isla. Casi cincuenta años más tarde de la llegada de aquella ola de cabellos despeinados, ropas de colores y aroma de marihuana, hoy nadie niega la contribución de aquellos jóvenes, la mayoría universitarios y de clase acomodada, que ayudaron a difundir en todo el mundo los encantos de Formentera como un destino turístico natural y auténtico.

Para saber más:

La repressió franquista del moviment hippy a Formentera (Joan Cerdà Subirachs i Rosa Rodríguez Branchat)

Juventud Marginada (Carlos Gil Muñoz)

Formentera una comunidad en evolución (Carlos Gil Muñoz)

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