RECORDANDO LA NAVIDAD “PAYESA”

Próximo Ferry | diciembre 20, 2018

La noche del día de Navidad nadie se quedaba en casa y los jóvenes iban a los cafés a beber, glosar y fer ucs.

Las cantadas en casas particulares solían ir acompañadas de una rifa en la que el premio era una paletilla de cordero.

Texto: Josep Rubio | Fotografía: Próximo Ferry

No hace tantos años en Formentera, cuando se acercaba Navidad, era típico visitar ca ses Monges[1], en Sant Francesc, para ver cómo las religiosas habían recreado el pesebre, en una época en que los formenterenses no tenían la costumbre de hacerlo a casa. Antes de la irrupción del turismo y de la economía de mercado, cuando llegaban estas fechas tan esperadas, los isleños se apresuraban a ir al bosque para cortar un pino pequeño o una buenas rama de sabina, explica Pep Ferrer, de ca n’Andreu , para decorarlo con piñas pintadas de colores y usarlo como árbol navideño.

En la tertulia de sabios de Ràdio Illa, Pep y Rita Costa, de can Constantino, rememoran que, durante estas celebraciones era tradición, por la noche, ir a bailar a la Fonda Pepe, en Sant Ferran, o a la Fonda Platé, en Sant Francesc, con los boleros y pasodobles que emitían los toca discos que se funcionaban girando una manivela.

El ‘dissabte de Nadal’, el día 24 de diciembre, una vez listos los preparativos para la comida del día siguiente, se servía una buena merienda para no pasar hambre durante las Matines[2], y al salir de la iglesia, dice Rita, toda la familia se iba a la Fonda Pepe, a comer turrón duro, blando o de frutas, con la ayuda de un poco de moscatel, porque de cava, aún no había oído hablar. Esa noche tan señalada, pocos eran los que se quedaban en casa, recuerda Pep, y los jóvenes que no eran de ir a misa, solían acudir a los cafés a beber, glosar y fer ucs.

Cuando todo el mundo se volvía para casa, allí les esperaba un potente cocido para tomarse antes de acostarse. Un caldo que contenía la careta del cerdo, es decir, la cara del animal con orejas y morro incluidos, además de huesos, otras piezas de carne de cerdo, sobrasada, botifarró y pollo. Un caldo muy nutritivo que también se empleaba para hacer la salsa de Nadal, el postre típico de estas fechas que tenia que durar todas las fiestas y para ir bien, se acabaría mojando pan el día de Reyes. Aún hoy Rita y Pep hablan con deleite que aquella carne utilizada para hacer el caldo se aprovecharía para ser servida fría en la mesa, como complemento, con sus tocino y huesos recubiertos de gelatina, durante todas las comidas navideñas.

Después de una noche tan agitada, el día de Navidad empezaba tarde, gratificando a los animales de trabajo de la casa alimentándolos con rebanadas de pan. Era una jornada de fiesta y reunión familiar en la que se cocía un arroz con el gallo más grande del corral y en algunas casas, como en la de Rita, se añadía también carne de cerdo. La reunión familiar se alargaba y los formenterenses no salían de casa más bien tarde, cuando la costumbre era acudir al pueblo a alguna tirada de galls, una especie de “bolos”. Si se trataba de Sant Francesc, se solía hacer en el carreró de Can Carlos, la actual calle de Isidor Macabich, y siempre sobre tierra, porque en la isla no había todavía ninguna vía asfaltada. En Sant Ferran se hacía en el antiguo campo de fútbol o en can Xico Campanitx.

El día 26 de diciembre, el ‘día de la mitjana festa‘, se celebraba la ballada, lo que hoy llamaríamos ball pagès, en la torre del Pi des Català, en una explanada cerca de donde actualmente se encuentra el restaurante Sa Platgeta. También se solían hacer cantadas, ese día o durante las fiestas navideñas, en casas particulares donde podían asistir hasta 40 o 50 personas. El encuentro, por razones meteorológicas obvias, se hacía en el interior de la vivienda y para meter a tanta gente se solían montar bancos con tablones apoyados en una silla en cada extremo. En estas citas, la familia de la casa ofrecía chocolate y buñuelos y para los cantadores, también corría el porrón con vino y alguna copita de anís o moscatel. Para compensar la molestia de la organización y el gasto, el dueño montaba una rifa entre los asistentes, que participaban pagando alguna peseta. El sorteo se hacía con dos barajas de cartas, una para los participantes y el otro para seleccionar la carta premiada. El ganador se llevaba dulces o una paletilla de cordero.

Los regalos, que hoy en día son tan centrales en las fiestas navideñas, eran en aquellos tiempos simples barquitos o camiones de juguete, muñecas de trapo o caballitos de cartón y se hacían esperar mucho, hasta el día de Reyes. Cada niño se preocupaba de dejar las alpargatas en la ventana la noche antes del día de Reyes y junto a ella, unas habas por los caballos de sus Majestades de Oriente, porque se ve que en aquella época Melchor, Gaspar y Baltasar no montaban en camello . De hecho, rememora Pep, la cabalgata no se hacía lpor a tarde o la noche del día 5 de enero, como actualmente, sino el día 6 de enero. Había una en cada pueblo y nunca faltaba el betún o el carbón para pintar a Baltasar.

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[1] El convento de las Hermanas de la Caridad.

[2] Misa del Gallo

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